AHORA NOS TOCA A NOSOTROS GOLPE A GOLPE APLASTAREMOS AL SISTEMA Y SUS BORREGOS. ¡ACCIÓN DIRECTA! ES LA RESPUESTA!!!
viernes, 9 de noviembre de 2012
lunes, 29 de octubre de 2012
Nacional anarquismo
"Puede parecer difícil de
creer, pero hubo un momento en que la gente común tenía más control sobre sus
propias vidas y vivía en un mundo en el que la gran mayoría de las personas
eran capaces de vivir en comunidades muy unidas, con su propia clase, seguir
una existencia rural, lejos de los alrededores someros del centro comercial
promedio, cazar o cultivar alimentos para su propio consumo, mantener una
conversación y hacer música, en una sociedad sin televisión o los juegos de
ordenador, e incluso, pasar valores tradicionales a sus propios hijos sin la
influencia perniciosa del establishment de las escuelas y los medios de
comunicación. Entonces, ¿qué salió mal?".
"(…) Las drogas, el
alcohol, MTV y la degradación sexual han afectado a nuestra sociedad de tal
manera que se nos ha hecho imposible volver a los viejos tiempos, algunos
incluso consideran estas cosas como una parte fundamental de nuestra
sociedad".
"Nacional-Anarquismo
significa la terminación de los Estados-Nación como tales, tiene una anhelo de
supervivencia y defiende la necesidad de un renacimiento de nuestro espíritu
tribal. Todos los territorios nacionales deben ser regionalizados y
fragmentados, reducidos a pequeños territorios y dentro de esos territorios las
personas con afinidades comunes étnicas o culturales deben
reunirse".
Troy Southgate
National Anarchism: A reader (2012)
viernes, 5 de octubre de 2012
martes, 18 de septiembre de 2012
La cofradía del silencio
Nunca una sociedad en
silencio, amordazada por el propio poder político, ha sido ni puede ser
democrática. Es más, el silencio y la democracia son conceptos contradictorios
y que la mayor parte de las veces se excluyen mutuamente. Es que la vida en
democracia exige, como condición necesaria, como factor determinante, la libre
circulación de ideas sin represalias, sin amenazas, sin consecuencias desde
“las altas esferas” la posibilidad lícita y práctica de disentir y de proponer
visiones distintas, la capacidad de alzar la voz de vez en cuando y si fuera
necesario, y del pataleo como forma de expresión.
Las sociedades
silenciosas son, por el contrario, sociedades en estado de extenuación
perpetua, sociedades grises y plúmbeas, sociedades gobernadas por el miedo y
por las miradas de reojo, sociedades tuteladas por el temor al castigo.
También suelen ser
pasto fértil para los regímenes autoritarios, aquellos signados por la pasión
de tapar bocas ajenas, por ejercer el control absoluto, por la afición a no rendir
cuentas a los ciudadanos asustados y apaciguados (que van a las urnas mecánica,
maquinalmente como zombis), por la tentación de dejarse sedar por el poder
perpetuo y sin límites, por la creencia (errada, como casi todas las creencias)
de que solo los dioses y los pueblos otorgan legitimidad y, al final de todo, juicios
justos para los políticos y sus amigos.
¿Cuántas veces hemos
escuchado aquello de yo solo respondo
ante dios, ante el pueblo y ante la historia?
¿Cuántas veces hemos
oído aquello de yo soy la voz del
pueblo, mientras el pueblo mira el televisor, comprado en cómodas cuotas
mensuales?
Hablar en susurros y
con la discreción del caso. Pensar con cuidado y cautela de no herir o levantar
las suspicacias del poder, o de agnados y cognados. Meditar cada palabra,
tasarla, evaluar si lo dicho no contraría o enoja a nadie de peso o influencia,
dudar hasta de la madre de uno y de los familiares más cercanos, verificar que
nadie nos esté oyendo, sospechar de la posible delación del vecino, desconfiar
hasta de los amigos más íntimos. Temer. Recelar. El silencio va creciendo,
esparciéndose suena como una palabra más apropiada, al mismo ritmo que el poder
va ganando los pocos espacios que quedaban
por ganar, va captándolo todo, sigue avanzando, lanza en triste como un
ejército de ocupación que no encuentra enemigos a la vista. El silencio es la
forma por la que el poder quiere controlar la (su) verdad, monear la realidad a
su antojo, encontrar adhesiones temporales, repartir premios a los
simpatizantes e infligir castigos (“todo el peso de la ley”) a quien no
pliegue.
Sordina y bozal.
martes, 28 de agosto de 2012
Asesinato de reputación
Cobra carta de ciudadanía en Ecuador lo que algunos
especialistas denominan “asesinato de reputación”. Las víctimas, siempre que no
estén a la sombra del oficialismo, deben resistir con estoicismo y sin chistar
desde hace un lustro “un proceso deliberado y sostenido dirigido a destruir la
credibilidad y reputación”.
Siguiendo el guión establecido en más de un régimen
totalitario, sus promotores emplean métodos abiertos y encubiertos.
Un ex-analista del Comité Central del Partido Comunista
de Cuba sostiene que contra las reputaciones que se pretende destruir se
formulan acusaciones falsas, se fomentan rumores y se manipulan, eliminando
antecedentes y contextualizaciones necesarias, las informaciones que les
incumben. Persiguen anular la capacidad de influencia de sus adversarios,
silenciarlos y lograr su rechazo por la sociedad.
“Cuando un gobierno se vale de ese recurso para
justificar agresiones y abusos contra sus víctimas puede considerarse a esas
campañas como una forma de terrorismo estatal. Las masacres, crímenes de lesa
humanidad y genocidios son precedidos por una campaña de ese corte”, añade el
ex-analista cubano.
Según sus puntos de vista, se busca anular la influencia
de la víctima, silenciarlo y lograr su rechazo por la sociedad. Las víctimas se
tornan vulnerables “a abusos aún más graves como pueden ser la agresión física,
el encarcelamiento, la expropiación de bienes, el destierro, asesinato e
incluso genocidio de todo el grupo social al que pertenecen”. En Ecuador los
ejemplos de intentos de “asesinatos de reputación” están a la vista.
jueves, 9 de agosto de 2012
LA LIBERTAD NO ES CUENTO.
El presidente cubano Raúl Castro ha declarado que está
dispuesto a dialogar sobre democracia, libertad de expresión, Derechos
Humanos y “todos esos cuentos que han
inventado”. Con estas palabras, cínica y públicamente ha ratificado la
corriente totalitaria que representa y que sigue apropiada de Cuba, por más de
cincuenta años.
La dictadura que instauró, junto a su hermano Fidel, es
una de las más abusivas e intolerantes: de manera sistemática y cruel,
menoscaba sustanciales principios. Un régimen que con la muletilla de “enemigos
de la revolución”, reprime, con descalificaciones, persecuciones, cárcel e
incluso el paredón, a todos quienes se atreven a discrepar con los dogmas del
absolutismo.
No de extrañarse, por lo tanto, que Raúl Castro haya
expresado, con toda naturalidad, las referidas afirmaciones en uno de sus
últimos discursos ante la Asamblea Nacional de su infortunado país.
Por la libertad se han producido las grandes luchas de la
humanidad a lo largo de los siglos. Los déspotas no entienden el superlativo
significado que entra a esta palabra
temida por los que ponen mordaza al pensamiento y convierten a los países en
gigantescas prisiones.
Por su carácter patibulario, no se puede olvidar las
atrocidades que se perpetraron en la ex Unión Soviética, con sus campos de
concentración y otros infamantes procedimientos. La caída del Muro de Berlín en
1989 permitió conocer la magnitud y perversidad de ese sistema imperialista,
fanático y cruel, que los amos de Cuba siguen imitando.
Nuestra arraigada tradición libertaria jamás debe
permitir que los seguidores o defensores de tiranías implanten en Ecuador la
autocracia del miedo, la opresión y la miseria.
lunes, 6 de agosto de 2012
miércoles, 1 de agosto de 2012
Para ganar elecciones.
Para ganar elecciones y permanecer en el poder largo tiempo, en cualquier sistema del mundo (incluido el Ecuador) el candidato tiene que reunir tres cosas tener amigos poderosos, ser popular, controlar el organismo de sufragio electoral y, naturalmente, poner en práctica el siguiente “breviario de compañía de campaña”.
1) Crear problemas y escándalos y ofrecer soluciones redectoras.
2) Vender la idea de que el cambio es un proceso de largo tiempo que se debe aceptar con resignación nuevos periodos de gobierno.
3) Utilizar el aspecto emocional en las tarimas para tener cautivo a un electorado iluso.
4) Mantener al pueblo en el temor, la ignorancia y la mediocridad.
5) Reforzar la autoculpabilidad en el habitante del barrio como culpable de la inseguridad ciudadana.
6) Sonreír burlonamente en las tarimas y en los medios de comunicación acusándolos de corruptos “judicializando la verdad a quienes las oponen al Gobierno en turno.
7) Estructurar cofradías de poder Inexpugnables centralizadas en el Ejecutivo.
8) Gobernar a través del pactismo y “decretismo” vía emergencias para utilizar recursos económicos sin rendir cuentas a nadie.
9) Convertir los proyectos importantes en íconos electorales.
10) Manejar subliminalmente los medios de comunicación públicos y privados desfigurando la realidad nacional.
11) Personalizar la política como una lucha maniquea.
12) Denunciar los excesos más escandalosos de los contrincantes para debilitar su imagen.
13) Prometer cualquier cosa aunque no se tenga la intención de cumplirla, porque el pueblo por su estado de necesidad y falta de educación se vuelve amnésico.
Son ellos todos iguales políticos “LADRONES”
domingo, 15 de julio de 2012
El Sincero Asilo a Julián
Cualquier delincuente insulta al Gobierno y se declara
perseguido. La frase, con signos de admiración, no la dijo alguien que persigue
a Julián Assange o que es partidario de su extradición a Suecia o a Estados
Unidos como podría parecer, dada la coyuntura.
No,
la frase la pronunció Rafael Correa a su llegada de Río de Janeiro, segundos
después de haber respondido a la prensa sobre su posición frente al pedido de
asilo del fundador de Wikileaks.
Lo
hizo tan poco después de haber hablado sobre Assange que cualquier despistado
presente en la rueda de prensa fácilmente podía haber pensado que Correa,
sorpresivamente, había cambiado de criterio y estaba desdiciendo lo que había
dicho sobre el huésped de la Embajada.
Este
relato viene a cuento porque el episodio evidencia las contradicciones que
Correa mantiene sobre el asilo.
Correa,
quien esa noche se había llenado la boca asegurando que le preocupa que Assange
reciba un juicio justo es el mismo que segundos más tarde, hablando ahí sí
sobre el Ecuador, decía que cualquier delincuente que insulta al Gobierno se
declara perseguido.
El
Correa que hablaba tan circunspecto sobre juicios justos es el mismo que no ha
movido un dedo para que el oscuro y escandaloso caso de “Chuky Seven” sea
esclarecido.
La
misma persona que había denostado y ridiculizado al asilo que Panamá le dio a
Carlos Pérez de le Universo es el que ahora dice analizar si Assange puede
merecer uno.
EL MUNDO AL REVÉS.
viernes, 11 de mayo de 2012
lunes, 19 de marzo de 2012
CONTRA SUS PARTIDOS, CONTRA SU DEMOCRACIA!!!
Artos estamos de la democracia de los mismos oportunistas y la misma mentira de todos los días, se olvidan que el Pueblo ya nos les cree, y que con sus discursitos y regalitos mal hechos solo despiertan en nosotros el desprecio a toda la basura que sale de sus bocas y sus ambiciones de poder.
IZQUIERDA CONTRA IZQUIERDA / DERECHA CONTRA IZQUIERDA.
IGUAL LA MISMA MIERDA...!!!
sábado, 17 de marzo de 2012
El ferrocarril a ninguna parte
Tras la inesperada y aplastante victoria soviética en la guerra mundial, Stalin salió refortalecido y con un extra de crédito internacional en la cartera. El mundo entero le aclamaba, y dentro del campo socialista su adoración adquirió tintes casi místicos. Incluso los capitalistas caían rendidos ante su genio y su valentía, que, combinados con el heroísmo del pueblo soviético, habían obrado el milagro de parar los pies a Hitler.
Las imágenes de los soldados del Ejército Rojo izando la bandera roja sobre las humeantes ruinas del Reichstag eran todo un símbolo. Con gestas de ese calibre el comunismo se terminaría imponiendo en todo el planeta. Era algo inevitable. Más tarde o más temprano, el ejemplo ruso alumbraría a todas las naciones del orbe. Stalin, conocido como el Padrecito por los socialistas del mundo, marcaba la ruta. Los partidos comunistas, más crecidos que nunca, harían el resto.
Poco importaba que la victoria sobre la Alemania nazi hubiese costado 20 millones de vidas, muchas entregadas inútilmente; que la guerra la hubiera ganado realmente el capitalismo americano o que el soviético fuera el régimen más tiránico de la Tierra. La inquebrantable voluntad del líder había triunfado, y eso dio al inquilino del Kremlin renovados bríos para apretar dos agujeritos más en el cinturón de sus súbditos. El país estaba devastado, pero nadie osaba oponerse al caudillaje mesiánico del georgiano, libre ahora de todas las cuitas de imagen exterior que le habían atormentado durante sus tres primeros lustros al frente del Gobierno soviético.
Los rusos no tenían pan pero sí una cantidad considerable de presos de guerra –muchos de ellos alemanes–, a los que urgía reubicar en tareas aproximadamente productivas. En la mentalidad de Stalin eso significaba campo de concentración y obras faraónicas. Tras la epopeya proletaria del Canal del Mar Blanco, que tan buena prensa le había proporcionado, ordenó a la oficina del Gulag en Moscú que trazase un plan de grandes proyectos sólo realizables con cantidades ingentes de mano de obra esclava.
Los funcionarios concibieron un plan ambiciosísimo que incluía varios canales –algunos muy esperados, como el que uniría los ríos Don y Volga–, megacentrales eléctricas, grandes carreteras y algunas líneas de ferrocarril. Entre estas últimas existía una que le tenía especialmente obsesionado: la del norte de Siberia. Una especie de transiberiano septentrional que correría paralelo a las siempre congeladas costas del Ártico. Cualquier ingeniero en sus cabales hubiese desaconsejado construir allí, tan al norte, otra estructura que no fuese una cabaña de madera, pero Stalin era testarudo, quería su ferrocarril polar y lo quería, claro, antes de morirse.
La cuestión era complicada, porque el Padrecito tenía ya casi setenta años y una salud muy machacada por la mala vida, las preocupaciones, las noches sin dormir, el tabaco y el trasiego de botellas de vodka. Probablemente sospechaba que, tirando largo, no le quedaban más de veinte años de vida, así que aceleró los trámites para el ferrocarril del norte, que en una primera fase iba a ir desde Salejard, en la desembocadura del río Obi, a Igarka, en el curso del Yenisei. En total, 1.300 kilómetros a través de la tundra más inhóspita que se pueda imaginar.
Aparte de las dificultades técnicas, la línea no tenía justificación económica, más allá de la que los burócratas pronto le buscaron para alimentar la propaganda. Decían que iba a llevar el desarrollo industrial hasta los confines del país. El camino de hierro permitiría la creación de nuevos polos industriales y abriría el Ártico central a los convoyes venidos desde el oeste.
Nada de eso era necesario. En aquellas latitudes no había más pobladores que los condenados al Gulag, y nadie quería mudarse allí, al menos por voluntad propia. El clima de esa zona es tan extremado que no crecen ni las coníferas. Los inviernos son largos, los veranos insignificantes y la tierra no se puede cultivar porque permanece helada en forma de permafrost todo el año.
Pero a los designios de Stalin nada ni nadie se oponía. En el verano de 1949 dieron comienzo las obras en los dos extremos de la línea. Desde Salejard partió el llamado Ferrocarril 501; desde Igarka, el Ferrocarril 503. La idea era que se encontrasen en la mitad del camino. A cada uno de los ferrocarriles se le asignaron 50.000 trabajadores, traídos al efecto desde los campos cercanos.
Nada más empezar se toparon con el primer imprevisto. Por falta de materiales y de tecnología adecuada era imposible cruzar los ríos Obi y Yenisei. En ambos casos hacía falta tender puentes de más de dos kilómetros de largo, con pilares cimentados sobre los profundos lechos fluviales. En espera de encontrar una mejor solución, los sustituyeron con transbordadores y continuaron por la tundra. Las condiciones de vida de los trabajadores eran infrahumanas. Los presos caían como chinches, víctimas del hambre, las enfermedades y el esfuerzo. Pero ese no era el factor que más preocupaba a los burócratas de Moscú, sino el tiempo. Stalin quería resultados rápidos para inaugurar cuanto antes la línea a bordo de un lujoso tren y vender luego la proeza al mundo en los noticieros de los cines.
Los ingenieros se las veían y se las deseaban. La tundra es una de las superficies más inestables que existen. La capa superior se fundía en los meses estivales, formando pantanos que deshacían el tendido, lo que obligaba a reconstruirlo constantemente. Los materiales escaseaban. Las acerías del plan quinquenal no producían suficientes vías, pero como el ferrocarril de Igarka era una obra prioritaria se arrancaron raíles en mal estado de otras partes de la URSS y fueron enviados hasta Siberia, donde eran soldados de nuevo.
Tramos enteros quedaban paralizados durante meses por problemas logísticos, falta de maquinaria, o porque las epidemias propias de las zonas pantanosas, infestadas de mosquitos, acababan con partidas enteras de trabajadores. Luego, cuando la noche perpetua del largo invierno ártico se echaba encima, las obras tenían que parar de golpe. Todos, empezando por los jerarcas del Gulag y terminando por el último preso de guerra alemán aquejado de difteria, sabían que aquello era absurdo, que levantaban una vía férrea que conducía a ninguna parte. Jamás la terminarían, y si lo hacían difícilmente tren alguno podría circular por ella.
En el invierno de 1953 las obras afrontaban su cuarto año y sólo se había construido la mitad, unos 650 kilómetros de vía única en un rincón olvidado del Polo Norte. Entonces, el 5 de marzo de aquel año, sucedió un milagro. El padre Stalin, Koba el temible, murió en su dacha de Kuntsevo. Mientras sus deudos del Partido se apresuraban a beatificarle pública y ruidosamente, en algún despacho de la dirección general de campos se suspendió la construcción del ferrocarril de Igarka. Nadie, ni los más fieles cortesanos del zar rojo, se quejó.
Los supervivientes fueron devueltos a los campos del Gulag de los que habían salido años antes. De las víctimas nadie se acordó. No se tomaron siquiera el trabajo de contarlas. Habían sido miles, muchos miles, un insignificante cero más que sumar a la inmensa carnicería que, durante los últimos años de Stalin, se perpetró en los campos soviéticos para mayor gloria del comunismo.
La infraestructura –vías, estaciones, locomotoras, puestos de abastecimiento– quedó ahí, silenciosa, testigo mudo de la estupidez congénita del Homo sovieticus. La obra había costado cerca de 10.000 millones de dólares en un país que pasaba hambre y cuyos habitantes se hacinaban en cabañas y edificios semiderruidos que aún se lamían las heridas de la guerra.
Nunca circuló un solo tren por el Ferrocarril 501, el último capricho criminal de Stalin.
www.diazvillanueva.comlunes, 27 de febrero de 2012
miércoles, 22 de febrero de 2012
viernes, 17 de febrero de 2012
miércoles, 1 de febrero de 2012
viernes, 27 de enero de 2012
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