El presidente cubano Raúl Castro ha declarado que está
dispuesto a dialogar sobre democracia, libertad de expresión, Derechos
Humanos y “todos esos cuentos que han
inventado”. Con estas palabras, cínica y públicamente ha ratificado la
corriente totalitaria que representa y que sigue apropiada de Cuba, por más de
cincuenta años.
La dictadura que instauró, junto a su hermano Fidel, es
una de las más abusivas e intolerantes: de manera sistemática y cruel,
menoscaba sustanciales principios. Un régimen que con la muletilla de “enemigos
de la revolución”, reprime, con descalificaciones, persecuciones, cárcel e
incluso el paredón, a todos quienes se atreven a discrepar con los dogmas del
absolutismo.
No de extrañarse, por lo tanto, que Raúl Castro haya
expresado, con toda naturalidad, las referidas afirmaciones en uno de sus
últimos discursos ante la Asamblea Nacional de su infortunado país.
Por la libertad se han producido las grandes luchas de la
humanidad a lo largo de los siglos. Los déspotas no entienden el superlativo
significado que entra a esta palabra
temida por los que ponen mordaza al pensamiento y convierten a los países en
gigantescas prisiones.
Por su carácter patibulario, no se puede olvidar las
atrocidades que se perpetraron en la ex Unión Soviética, con sus campos de
concentración y otros infamantes procedimientos. La caída del Muro de Berlín en
1989 permitió conocer la magnitud y perversidad de ese sistema imperialista,
fanático y cruel, que los amos de Cuba siguen imitando.
Nuestra arraigada tradición libertaria jamás debe
permitir que los seguidores o defensores de tiranías implanten en Ecuador la
autocracia del miedo, la opresión y la miseria.
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