Si uno decide criticar algo que le parece incorrecto debe estar dispuesto, por mínima coherencia, a no hacer aquello que desacredita. Cuántas veces hemos escuchado al presidente Rafael Correa referirse por ejemplo, al diario El Universo, como el mejor de las Islas Caimán. Hoy deberíamos decir, entonces, que Correa es el mejor inversor inmobiliario de Bélgica.
A los bancos los obligó a repatriar recursos depositados en el exterior. A los medios prácticamente, igual. Y en general, hizo circular la idea que aquellos que invertían afuera eran poco menos que antipatrias, gente que prefería el progreso de otros países (lo cual es verdad).
Resulta que ahora se conoce que el propio presidente hizo una inversión personal afuera, en Bélgica según él, aunque aún queda la duda de si no fueron a Alemania esos recursos, según los documentos que exhibe el asambleísta Jorge Escalada.
Entonces, ¿qué mismo? ¿Es perverso o no invertir afuera del país? ¿Para los grandes capitales es malo pero para los pequeños (la verdad no tan pequeños) está bien? ¿Hasta qué nivel de inversión no se llega a ser antipatria? Y una duda más: ¿no dijo que iba a donar la indemnización que recibió del Banco Pichincha?
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