Cualquier delincuente insulta al Gobierno y se declara
perseguido. La frase, con signos de admiración, no la dijo alguien que persigue
a Julián Assange o que es partidario de su extradición a Suecia o a Estados
Unidos como podría parecer, dada la coyuntura.
No,
la frase la pronunció Rafael Correa a su llegada de Río de Janeiro, segundos
después de haber respondido a la prensa sobre su posición frente al pedido de
asilo del fundador de Wikileaks.
Lo
hizo tan poco después de haber hablado sobre Assange que cualquier despistado
presente en la rueda de prensa fácilmente podía haber pensado que Correa,
sorpresivamente, había cambiado de criterio y estaba desdiciendo lo que había
dicho sobre el huésped de la Embajada.
Este
relato viene a cuento porque el episodio evidencia las contradicciones que
Correa mantiene sobre el asilo.
Correa,
quien esa noche se había llenado la boca asegurando que le preocupa que Assange
reciba un juicio justo es el mismo que segundos más tarde, hablando ahí sí
sobre el Ecuador, decía que cualquier delincuente que insulta al Gobierno se
declara perseguido.
El
Correa que hablaba tan circunspecto sobre juicios justos es el mismo que no ha
movido un dedo para que el oscuro y escandaloso caso de “Chuky Seven” sea
esclarecido.
La
misma persona que había denostado y ridiculizado al asilo que Panamá le dio a
Carlos Pérez de le Universo es el que ahora dice analizar si Assange puede
merecer uno.
EL MUNDO AL REVÉS.